Formación pedagógica de Risas de la Tierra con Magdalena Fleitas



    El encuentro se realiza en el Jardin de Magdalena Fleitas, "Risas de la tierra", una casona antigua reciclada, con techos altos, paredes blancas, y piso de pinotea. Con espacios que invitan, desde el calor, el aroma y la estética a ser recorridos, y una galería interna que los conecta.




   Es un ambiente cálido, acogedor, estético y cuidado, en cada detalle.
Con adornos que están más ligados a una funcionalidad que al hecho de decorar. En un espacio cargado de elementos y recovecos que dan un sinfín al mirar y a la vez se mantienen lejos de la intención o sensación de contaminar la visual ya que su materialidad es orgánica y natural. 
   
Todo parece estar hecho con manos de un artesano. 
Todo parece venir desde lejos abierto hacia nosotros. Cada elemento guarda en su estética, la invitación a ser explorado, y uno tiene que contener las ganas de tocar todo, de seguir mirando.
 Todo está finamente pensado, con dedicación, con pasión por quien se nota lo ha hecho. 
  Todo está preparado para dejar una huella en quien lo disfrute.   


     La jornada comenzó con un saludo. Cantamos a coro siguiendo a Magdalena, el saludo que practican a diario los niños de una tribu en África. y debo reconocer que si bien fue muy movilizador, la parte realmente emotiva fue escuchar luego de haberla cantado, el sonido original de todos esos niños cantando, en su dialecto, las voces que se saludaban, tan natural y claro era el mensaje que uno sin darse cuenta estaba imaginando hasta la escena con el único recurso de sus voces. 
     Lo mismo paso luego de compartir una canción de cuna cantada por su abuela, a quien nos presentó con la grabación de quien imagine como una anciana sonriendo sonrojada de saber que su nieta estaba grabando su canción. 

    De esta manera compartió con nosotros la enseñanza de transmitir el sentimiento más allá de una canción, la verdadera pasión, lo que nos moviliza, aquello que nos hace brotar una lágrima de amor, o nos mueve el pecho de un cimbronazo. Salir de la rutina y transmitir con el canto y la música esa pasión que cada uno tiene. Que no necesariamente tiene que estar en una canción inédita, también puede ser en una canción trillada, súper conocida, pero que para nosotros tenga un significado único, que nos transporte a otro lugar, que nos conecte con lo más profundo de nuestro ser, y compartir eso con lo/as niños/as, para compartir ese sentimiento y trasmitirlo, disfrutarlo y contagiarlo. 

      La música y su pasión, fue lo que logro, en menos de una hora, hacer de un encuentro de 25 desconocidos un grupo de 25 personas, que nos mirábamos y entendíamos, que buscábamos dejar en el otro el disfrute que nos gustaría recibir, dialogando, proponiendo, compartiendo ideas, experiencias, y con quienes nos identificáramos sin importar lo que uno hacia fuera de ese espacio. Había músicos, profesores, escritores, actores, terapeutas, madres, padres, hermanos. Algo muy parecido a la situación que se da en la sala, con los/as niños/as. Un sentido de pertenencia que siempre buscamos como docentes en nuestro grupo, que en este espacio de había logrado en minutos, canción de por medio.

        Compusimos una canción, bailamos, jugamos y nos brindamos a un otro.

       

Sin duda esta experiencia es realmente enriquecedora, para cualquier ámbito en la vida, ya que además de conectarnos con nosotros mismos, nos ayuda a comprender desde cuantos factores uno puede propiciar el bien estar de los niños/as, con espacios cuidados, y propuestas enriquecedoras, se enriquece el alma, y desde el alma el cuerpo.

El sin fin de instrumentos, y recursos varios para implementar en la sala, desde lo que se ve y se muestra, hasta los proyectos en potencia que se nos generan luego de vivenciar una experiencia como esta. Luego de disfrutar con nuestro propio cuerpo cada centímetro, y reavivar cada sentido uno no busca más que compartir las sensaciones y trasmitir el mensaje de que con amor por lo que se hace no son necesarios muchos recursos, más que los de la dedicación y el respeto. Con la música como puente, el amor y el sentimiento se contagian solos.


Espero todos/as podamos en algún momento de nuestras vidas encontrarnos con este tipo de experiencias que nos permiten dar luz a ese costado que dejamos de lado muchas veces por el trajín diario, y los deberes,  conectarnos mas con nosotros mismos como cuando eramos niños/as y nos permitíamos disfrutar de todo, de lo mas mínimo sin tantas preguntas, sin tantas cuestiones y pretensiones, solo el disfrute y el placer por el juego. 

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